La formación de los campos científicos en América Latina: Entrevista al Mtro. Juan José Navarro
6 SEPTIEMBRE, 2017 / SIN COMENTARIOS / 728 VISTAS
(Última actualización: junio 2019)
Entrevistado: Mtro. Juan José Navarro
Entrevistadora: María Cecilia Oviedo Mendiola[1]
Fecha: 7 de junio de 2017
CO: Cecilia Oviedo
JJN: Juan José Navarro
Cecilia Oviedo (CO): Háblame de tu trabajo relacionado con la formación de campos científicos en América Latina.
Juan José Navarro (JJN)[2]: Formo parte del Programa de Investigaciones sobre Dependencia Académica en América Latina (PIDAAL). En ese marco, comencé a trabajar junto con el resto del grupo en un análisis histórico estructural de la formación de los campos científicos en América Latina.
Inicialmente miramos a Santiago de Chile porque, desde la segunda mitad del siglo XX, se constituyó como un centro periférico, particularmente para las ciencias sociales. Muchos elementos confluyeron para que esto sucediera: la captación de recursos financieros provenientes del extranjero que fueron destinados a consolidar la modernización científica con el equipamiento de instituciones y, principalmente, de becas de formación de posgrado. Ligado a esto, la instalación en Santiago de diversas sedes regionales de organismos internacionales (CEPAL, FLACSO, OIT, FAO) que, además de cumplir con las funciones de docencia e investigación relacionadas con la producción de conocimientos sociales, abonaron la circulación de cientistas sociales y el proceso de internacionalización.
Además, el campo académico chileno experimentó desde mediados de los años cincuenta una expansión inédita. El proceso de masificación en el acceso a la educación superior, posibilitada por el nuevo carácter de las políticas públicas en cuanto a la educación y al financiamiento regular del Estado chileno. Esto redundó en la expansión de la oferta de grado y posgrado, en el incremento en la matriculación y egreso de cientistas sociales y en la diversificación de actividades, donde la investigación quedó incorporada al quehacer universitario, especialmente las redes socio-religiosas que tomaron como principal labor a la investigación. En consecuencia, estos elementos convirtieron a Santiago en un centro académico regional más importante, sin perder su posición de periferia en la escala mundial. Entonces, estudiar a Chile nos permite plantear cuestiones vinculadas con la dependencia- autonomía académica.
Para mi tesis de la Maestría en Estudios Latinoamericanos, trabajé sobre el Proyecto Camelot y el escándalo que generó entre 1964-65. Es un caso que combina varios elementos y abarca la presencia de Estados Unidos en América Latina, el espionaje y el campo científico académico. El Proyecto Camelot fue pensado como una ambiciosa investigación social que surgió desde el Departamento de Defensa de Estados Unidos, con fines político-ideológicos, para ser aplicado en Chile a lo largo de cuatro años. Después de algunas consultas realizadas por un agente chileno-estadounidense, en nombre de la American University, la totalidad de los cientistas sociales del momento negaron su participación debido a las sospechas que generaba un proyecto cuyos detalles eran desconocidos y cuyo presupuesto podía desequilibrar el campo académico chileno.
Cuando parecía que todo quedaba en el olvido, meses más tarde, el escándalo estalló a partir de la publicación del periódico de izquierda El Siglo. El impacto de la noticia afectó múltiples campos. Por un lado, generó una protesta formal de la Cancillería chilena a través de la embajada en EEUU, que obligó la rápida cancelación del proyecto por parte del Departamento de Defensa. En EEUU quedaron de manera manifiesta las disputas entre los departamentos de Defensa y de Estado por el manejo de las investigaciones en el extranjero, que finalmente quedaron en manos de la parte civil del Gobierno Federal. Por otro lado, en Chile se inició un proceso de investigación del Camelot a cargo de una Comisión Especial de la Cámara de Diputados de la Nación que, en su Informe Final presentado en diciembre de 1965, propuso denunciar el Plan Camelot como instrumento de intervención del Departamento de Defensa de los Estados Unidos de América y elevar una protesta formal ante la OEA, la ONU, el Gobierno y la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la American University. En tercer lugar, el campo de las Ciencias Sociales latinoamericanas inició un intenso debate acerca de la autonomía-dependencia de estas disciplinas en la región. Un debate que incluyó los aspectos financieros, estructurales, de definición de agenda y líneas de investigación y del rol que la academia debía cumplir en medio de un proceso de radicalización política.
Comenzó a construirse, así, el mito Camelot que identificó todo financiamiento externo con política de intervención imperial indirecta. El relato mítico, que se construyó con una estructura duradera, que contó con su propia lógica y coherencia internas, junto con la presencia de héroes en acciones valerosas, se estableció como un modelo y un ejemplo. Adquirió una significación tan fuerte que sus participantes sintieron las repercusiones, ya sean la pérdida de una cuota de prestigio de aquellas instituciones involucradas (especialmente a partir de 1967-68), o el incremento de respetabilidad social de algunos agentes por su actuación en el asunto. En todo caso, el flujo de dinero proveniente del extranjero hacia las Ciencias Sociales latinoamericanas, quedó bajo sospecha.
Más allá de toda la reconstrucción de ese episodio, su aparición pública y la mediatización de ese proyecto de investigación financiado por el departamento de Defensa de Estados Unidos, me dio pie para empezar a preguntarme sobre las discusiones que en ese momento se generaban en torno al financiamiento externo para las ciencias latinoamericanas, en torno a estos dos polos, la autonomía y la dependencia académica. Esos temas son los que manejamos en el PIDAAL. Esa reconstrucción me había resultado muy interesante porque, en el marco de la Guerra Fría y de los intereses de Estados Unidos, los participantes en el PIDAAL empezamos a plantear una idea, acerca del mito de que más allá de la oposición de todos los académicos chilenos y extranjeros que tuvieron noticias del Proyecto Camelot, más allá de toda esa fuerte oposición, de esa denuncia que hicieron y de la demonización de ese proyecto, el financiamiento público de Estados Unidos no se vio afectado por el impacto público que generó el proyecto. En otras palabras, más allá de todas las denuncias, el financiamiento público estadounidense hacia las ciencias latinoamericanas atravesó, sin variar demasiado, esas etapas de cuestionamiento.
Después, para una tesis doctoral aún inconclusa, empecé a trabajar sobre el programa Fullbright. A los elementos comunes –campo científico chileno, financiamiento externo, formación de recursos humanos en el extranjero-, se van sumando otros elementos como la diplomacia cultural, la guerra fría cultural después de la Segunda Guerra Mundial, en el siglo XX. De nuevo, decidimos en el PIDAAL que me concentre en el programa Fullbright Chile porque es el primero que se instala en América Latina en 1956. Da la posibilidad de pensar de qué manera impacta el financiamiento público de Estados Unidos en la conformación de los campos periféricos latinoamericanos, particularmente en Chile. He estado trabajando en la reconstrucción de los campos políticos y científicos de la región, en la presencia de Estados Unidos en el sistema internacional de cooperación, que sigue siendo por lejos el país principal. También, estudié cuestiones más estructurales del programa, en el financiamiento, lo presupuestaria, en los mecanismos que van construyendo, siempre en una mirada comparativa. No solo busco tener a Chile como objeto principal de la mirada sino también de comparar a Chile con el resto de los países del Cono Sur, principalmente Argentina, Uruguay y Brasil. En la región de las Américas, tal como se denomina de acuerdo a la conformación del programa Fullbright, México y Canadá son los países que tienen mayor peso, por lo que son los referentes principales de esta mirada comparativa. Analicé cual es la relevancia de Chile en cuanto a la movilidad de chilenos que fueron a Estados Unidos a realizar, básicamente, sus doctorados. Procuré ver cuántos estadounidenses van hacia cada país de la región para determinar el peso relativo de Chile. A su vez, comparé la relevancia de la región de las Américas con las otras regiones para mantener siempre esa mirada comparativa, y establecer qué lugar ocupa cada una de las regiones y/o países. Después, viene un trabajo más particular sobre esos más de 700 becarios chilenos en el período entre 1956 y 1973.
CO: 700 es un número importante ¿no? ¿Están en todas las áreas?
JJN: Si, están en todas las áreas. En Chile y en otros países de la región, fueron muy cruciales los golpes de Estado, sobre todo para determinadas áreas: por ahí se reforzaron algunas, como las ingenierías, pero otras fueron totalmente en decremento, como las ciencias sociales. En las ciencias sociales, los golpes de Estado fueron sumamente exclusores porque había un capital militante muy importante entre sus docentes y sus investigadores. Entonces tanto en Chile como en Argentina, se produjeron diásporas de investigadores: muchos vinieron a México, otros fueron a Venezuela o a Europa y demás. Así que mi propósito es después hacer estudios por áreas.
Más de un 90% de los becarios fue a cursar estudios de posgrado a Estados Unidos, aun cuando el programa ofrece otras posibilidades como la de profesores visitantes. En términos generales, para toda Latinoamérica o para el resto de las regiones, esas son menores en cantidad: quienes aprovecharon la posibilidad de ir a dar clases o hacer investigaciones particulares son menos numerosos que los que estudiaron doctorados en Estados Unidos. Estoy en la etapa de hacer las construcciones de los presupuestos del programa en Chile. Tengo ya elaborada la distinción por áreas y es bastante similar a la del resto del Cono Sur. Eso me da la posibilidad de volver a preguntarme sobre la autonomía o la dependencia. También me interesé, en ese marco, en las discusiones (que parten principalmente de CLACSO) sobre la intención de latinoamericanizar los estudios de posgrado ante una cuestión estructural, la ausencia de doctorados en América Latina. Los que postulaban a la comisión Fulbright lo hacían para estudiar doctorados en el extranjero. Reconstruir esas discusiones sobre la necesidad de construir una oferta de estudios de posgrado en América Latina para frenar un poco esa curva creciente de movilidad al extranjero muestra que estas se dan desde los 50 hasta 1973, en Chile. Además, sigo buscando alguna excusa para estar volviendo sobre las preguntas sobre la autonomía, la dependencia o el peso que tienen los financiamientos externos.
CO: Esta idea de cómo los temas científicos se han ido configurando en nuestros países en relación también con todos estos cuadros que fueron formados en universidades sobre todo de Estados Unidos pero también de Europa y demás, resulta también interesante ¿no? ¿Sus hipótesis también tienen que ver con la formación de la elite política chilena?
JJN: Claro y cómo, en definitiva, ésta se va reforzando. El elemento principal no es haber sido becario de la Fullbright, para después formar parte de una élite política en Chile. Pero sí, el hecho de haber tenido esa condición va reforzando las trayectorias. Entre esos 700, se encuentra un gran número de los cuadros políticos de Chile. Hay un sentido de pertenencia muy fuerte con esto de ser Fullbright y de seguir conectado, de algún modo, después de haberlo sido. En general, tienen un sentido de pertenencia muy grande.
CO: Y son muy destacados…
JJN: Eso depende de qué formación de grado tienen, dónde obtienen el doctorado y después cómo se insertan en redes. Hay casos muy dispares en el volumen grande de nuestros sujetos, que son 720. Hay quienes no vuelven a la academia sino que forman parte de la esfera privada: son un porcentaje importante. Otra cuestión es la de los datos: necesariamente tuvimos que cortar en 1973 porque, después, no hay registros disponibles para los becarios posteriores hasta después de muy entrados los 90.
CO: Entonces tienes un periodo de 20 años más o menos en el que no tienen información.
JJN: Claro, son 17 años. Además, nuestra periodización dependió también del compromiso de todo el grupo del PIDAAL de hacer estudios históricos. Actualmente, ya estamos volcándonos más a Argentina y más a su actualidad. En esta etapa que se abre, estaremos mirando a las universidades en una región periférica en Argentina para estudiar a sus docentes investigadores y a sus circuitos de producción y de circulación de conocimientos.
CO: Pues muy interesante, por favor comparte con nosotros tu tesis cuando esté terminada.
[1] Auxiliar de investigación en el Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV y responsable operativa de la RIMAC. La transcripción de la entrevista fue hecha por Ana María Baños Martínez, pasante de investigación del Foro Consultivo Científico y Tecnológico.
[2] Docente en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina. Miembro del Programa de Investigaciones sobre Dependencia Académica en América Latina (PIDAAL).
Entrevista disponible en PDF: Entrevista-CeciliaOviedo-JuanJoséNavarro