Un mexicano en la Agencia Espacial Canadiense.

 

 

 

Entrevista al: Dr. José Miguel Ramírez Olivos

Entrevista realizada por: Dra. Rosalba Genoveva Ramírez García[1]

Lugar de la entrevista: Montreal, Canadá

Fecha de la entrevista: 30 de octubre de 2018

Texto disponible en PDF: EntrevistaaJoseMiguelRamirezOlivos_porDraRosalbaRamirez.pdf

 

R: Estimado José Miguel, gracias por concederme esta entrevista, me da mucho gusto poder conversar contigo.

E: Me dio mucho gusto recibir tu mensaje y que pudieras participar en este congreso de la Confederación de Estudiantes de Posgrado e Investigadores Mexicanos en Canadá (Ceimexcan).

R: Me gustaría que me platicaras cómo llegas a ser una figura tan reconocida internacionalmente. En medios de prensa mexicanos se habla del mexicano que controla satélites en la Agencia Espacial Canadiense. ¿Cuál ha sido tu trayecto para llegar allí?

E: Llegar ha sido producto de una pasión. Ha sido el sueño de un niño de 6 años de ser piloto, de volar, siempre apasionado por los aviones. Esta pasión se dio poco a poco, aunque también hubo algunas barreras. Uso lentes desde que estaba terminando la escuela primaria. Eso me imposibilitó seguir la carrera de piloto. En aquel entonces debías tener una vista de veinte/veinte. Además, está mi complexión; como ves, soy muy delgado. Quería ser piloto aviador, pero provenía de una familia numerosa de ocho hermanos donde los medios también contaban. Soy el sexto de ocho hijos. En aquella época, los recursos no daban para ingresar en esas carreras que siempre han sido costosas. Fueron obstáculos que provocaron que buscara caminos alternos.

Descubrí que había una escuela en el Instituto Politécnico Nacional, la ESIME, donde se ofrecía la carrera de Ingeniería Aeronáutica. Eso lo supe por mi tía, hermana de mi mamá. Ella trabajaba en el área de control escolar del Politécnico, en Zacatenco. En una ocasión la escuché decir que existía esa carrera. También comentó que no era fácil. Decía que de 50 estudiantes que entraban solo diez terminaban. No me daba mucho ánimo, pero lo agradezco porque me dio un poquito de orgullo para decir claro que sí puedo, vamos a buscar la opción del Politécnico.

 R: ¿Y para entonces vivías en la Ciudad de México?

E: Sí, yo nací en la Ciudad de México. Mis padres son oaxaqueños, soy oaxaqueño, tengo sangre mixteca. Mi padre es de Huajuapan de León y mi madre de Santa María Ayú, una pequeña localidad que está a 20 minutos de esa ciudad. Como te digo, tengo sangre mixteca. Me siento muy orgulloso de ello, pero nací en la Ciudad de México. Mis padres decidieron establecerse allí y hacer familia, somos 6 mujeres y 2 hombres. Imagínate entonces... Tengo una familia preciosa, mis hermanos, mis padres, mi esposa. Es muy grato, también en el sentido de las enseñanzas.

 

Mi padre me enseñó a trabajar, me enseñó a manejar. Él era chofer de una compañía que después de un tiempo lo despidió. Como lo único que hacía era manejar, se asoció con una de mis tías, precisamente la que trabajaba en el Politécnico. Ella le hizo un préstamo y se compró una camioneta que nos servía para hacer transportes en general y mudanzas los fines de semana. Desde muy chico, también fui ayudante oficial de la familia. Sabíamos el valor del trabajo. Cuando había, teníamos que trabajar; cuando no, había que buscar. Hubo momentos en los que escaseaba el trabajo. Tú sabes cómo funciona esto de los trabajadores independientes. No obstante, fuimos saliendo todos adelante. Mis hermanos fueron creciendo. En la familia hay dos pedagogas, una odontóloga, una en ingeniería industrial, mi hermano del Conalep y mi otra hermana en la preparatoria. Estoy contento de pertenecer a esta familia.

R: Claro, y eso te fortaleció.

E: Fortalece en todos sentidos, por los valores y por la responsabilidad desde chico, éramos dos varones que aportábamos a la casa, en fin. A veces quisiera tener sabiduría para entender eso que decían los padres... Te contaba, fui descubriendo la ingeniería aeronáutica. Entré a la vocacional en el área de físico-matemáticas. No me fue fácil aunque tenía cierta disciplina aprendida en la secundaria, donde el estudio era de tal hora a tal hora, además, ayudaba en la casa. Todo era muy ordenado en la secundaria. Fue un nivel de estudios que resultó muy bonito. Incluso llegué a tener un buen promedio. Pero cuando entré a la vocacional me desbalagué por completo. Tú sabes, adolescente y en el turno vespertino...

R: Un cambio significativo, dos lógicas de funcionamiento de la escuela.

E: Efectivamente. Continué trabajando con mi padre, pero en la escuela… por las tardes a veces mataba alguna clase. Sentía que era muy fácil y empecé a reprobar. Estaba confiado de que pasaría las materias en los exámenes finales, pero no fue fácil. Confieso que en la vocacional reprobé cinco de las seis materias de matemáticas. No fue por falta de capacidad, sino por la pachanga.

R: Pero es interesante esto que comentas, porque al final lo resolviste.

E: ¡Efectivamente! Estaba la materia de cálculo integral. La gente decía que era la coladera, que me quedaría en la vocacional si no la pasaba. Tanto fue mi miedo que le metí y le metí. Soñaba matemáticas, comía matemáticas, desayunaba matemáticas, respiraba matemáticas. Era fantástico. Al final, pensaba que realmente no era tan difícil.

R: ¿Y terminaste la vocacional en tiempo a pesar de esto?

E: No, me colgué dos años más. En lugar de tres años, estuve cinco. Pero, ya sabía dónde quería ir cuando saliera. Los estudiantes a veces terminan su vocacional o terminan su preparatoria y no saben hacia dónde ir. Por eso, a veces trato de empujarlos y decirles que tengan una pasión, porque sé lo difícil que es. Al terminar la vocacional, me fui directo a aeronáutica. Sabía que me tenía que quedar ahí. No sé cómo hice el examen.

R: ¡Te aplicaste!

E: Me apliqué y finalmente me quedé. Me quedé en aeronáutica y yo era el más feliz, el más feliz. Recuerdo que estábamos trabajando con mi papá el día que se publicaron los resultados. En una esquina, mi papá me dijo vete a comprar tu periódico para que veas tus resultados. Obviamente, estaba bien contento. No busqué el número, busqué por escuela y no me vi. Busqué otra vez y no vi mi número. Fue hasta la tercera ocasión que me encontré. Sí, fue el nervio, el nervio. Creo que mi padre ya me conocía o no sé. Cuando lo vi la tercera vez que busqué, mi padre tenía un aire de tanta confianza. Fue fantástico.

R: Te cambió la vida.

E: Me cambió la vida, exactamente... De ahí, bueno, también tuve que dedicarme. Tomaba los cursos en la mañana. Empecé muy motivado. Finalmente vi el sueño hecho realidad. Día a día descubría materias, pero también descubría por qué vuelan los aviones. Era fantástico.

Desde la vocacional, y también con estas nuevas materias, a veces me la vivía en la biblioteca pública el fin de semana porque tenía que presentar mis exámenes. Sacrifiqué vida social y vida familiar porque tenía que estudiar. No había opción. Si no había trabajo, tenía que dedicarme a estudiar. De alguna manera, cumplía con el rol de ser hijo de familia. También hacía quehacer. Mi madre nos inculcó que teníamos que participar en la limpieza de la casa, en toda la responsabilidad. Mi madre decía tienes que saber planchar tus camisas, porque el día que te llegues a casar, qué tal si te toca una persona, una mujer que no sabe planchar; al menos tú vas a saber. Mi madre quería hacernos completamente independientes. Fíjate qué importante es esta formación que te dan desde la familia.

R: De autosuficiencia

E: De autosuficiencia, efectivamente. Entré a la universidad muy contento. Tuve el hábito de ver qué había en la biblioteca. Los libros siempre me han gustado. De niño, recuerdo que teníamos un librero con los libros de mis hermanas que ya estaban en la preparatoria y en la universidad, las tres primeras fueron a la UNAM. Imagínate, estaban la Ilíada y la Odisea, había filosofía y todo sobre ciencias. En una ocasión, mientras estaba acostado, veía este librero repleto y decía algún día voy a tener que leer todos estos libros. Pensaba lo mismo cada vez que me acostaba, los veía y los veía. Una vez me dije tengo que empezar a leer; si algún día voy a acabar, tengo que empezar desde ahora. Empecé por los más pequeñitos. No los terminé, pero me quedé por la mitad.

R: Combinando actividades

E: Sí. Ya en la universidad iba a la biblioteca y descubrí otra mina de oro. Había libros en inglés, libros en francés, libros en ruso. Eso me hizo reflexionar otra cosa. Pensé, parece que estoy en serios problemas. Si no aprendo idiomas, no voy a poder leer otras cosas.

Tengo primos que viven en Estados Unidos, en Nueva Jersey. Coincidió que vinieron de vacaciones.  Le pregunté a uno de ellos cómo me podía ir. Me respondió que podía ir cuando quisiera. Le tomé la palabra. Mi primo no lo creía. Era la oportunidad de irme a Estados Unidos para aprender inglés, al menos. Me fui seis meses a trabajar y a estudiar, pero regresé a continuar mi carrera en aeronáutica. 

R: ¿Qué edad tenías?

E: Me parece que tenía 19 o 20 años... No, tenía 21 pero me veía como un adolescente porque estaba delgado. Inclusive, cada vez que pedía una cerveza o un cigarro me decían a ver, muéstrame tu licencia.

R: Pedían el comprobante

E: Exactamente, el comprobante de mayoría de edad porque no me creían. Regresé a terminar mi carrera y también descubrí el centro de lenguas extranjeras en el Politécnico. Me inscribí al inglés y al francés. Combiné la aeronáutica con los idiomas. Luego, por azares del destino, conocí el italiano, donde solo me quedé un poquito porque todavía no terminaba el inglés.

Desde mi punto de vista, para aprender un idioma, mientras más repitas es mejor. A veces, intencionalmente, reprobaba para que me tocara otro profesor, otra metodología y pudiera aprender más vocabulario, que es tan extenso como en español. En francés no reprobé, pero en inglés sí. El tiempo me dio para estudiar italiano, ciertas bases de alemán y un poquito de japonés.

R: Haces trabajar al cerebro. 

E: ¡Exactamente! Nuestro cerebro es fantástico. Y, bueno, llegó el momento en que debía terminar la carrera. Entré al servicio social, a hacer prácticas profesionales en Aeroméxico. Allí aprendí mucho, viendo un enorme avión por primera vez en mi vida.

R: ¡Qué grata experiencia! Hoy se habla de prácticas profesionales, pero no siempre tienen un alcance como lo tuvo en tu caso, por la experiencia en la empresa.

E: Sí, yo me adelanté en la realización de las prácticas. Estaba en séptimo semestre cuando lo solicité. Hicieron una excepción y me dieron permiso, era un poco restringido. Trabajaba con mi padre. Combinaba con la escuela por la mañana y hacía las prácticas en la tarde. Los fines de semana me tocaban las mudanzas. Tenía que combinar las actividades porque no había de otra. Pero estaba frente a un gran avión por primera vez: el Boing 757 y el Boing 767, que recién llegaba de otra línea aérea y que me tocaba revisar. Me sentía flotando. No podía creerlo, tanto estudio, tanta pasión; de repente, ver esa máquina, ese pájaro, esa máquina del tiempo. Pensé, ahora sí viene lo mejor.

R: Era como decir, ¡para esto me estaba preparando!  

E: Para eso me estaba preparando, efectivamente. Entré al departamento de planeación y control, donde se veían todos los componentes en mantenimiento. Nuevamente, todo fue un descubrimiento alrededor de estos componentes. Tenía un poco de conocimiento. No lo vamos a comparar, pero en algo equivalía al auto. Mi padre también me enseñó a hacer mecánica con la camioneta: cambiábamos bujías, hacíamos la afinación, cambiábamos llantas, hasta la reparación del motor la hacíamos nosotros. Era fantástico todo eso.

Confieso que siempre me ha gustado saber qué tienen los objetos por dentro. Desde muy chico abría las televisiones, los radios, las videocaseteras. Mi padre me enseñó a reparar las lavadoras; la lavadora que reparamos duró años, no sé cuántos, pero muchos. A la par de la vocacional estábamos viendo la teoría de la electricidad y los motores. Embobinamos un motor completamente. Además, vivíamos esas experiencias día a día en casa. Para mí era muy familiar desmontar el motor, mandarlo a reparar, hacer el embobinado final, instalarlo y ver que funcionara. Por alguna razón mi padre o mi mamá comentaron esto con las vecinas. Ellas iban a la casa a preguntar por mí, porque la lavadora se les había descompuesto.

R: ¡Tenías chamba!

E: Tenía chamba adicional, efectivamente. Era grato porque era un triunfo, reparas algo y sientes que resuelves. Te sientes muy congratulado porque dices sí hay capacidad, lo puedes hacer. Imagínate, abrir el motor, repararlo y armarlo, pero no arranca; luego, poquito a poco, poquito a poco… y arranca finalmente, eso es una proeza. Tener curiosidad para indagar cómo funcionan las cosas. Lo último que he abierto ha sido una memoria sólida para saber qué la hace funcionar. Cada día hay algo que cae en mis manos y me hace preguntar cómo funciona. Ni modo, eso me lleva a pensar en abrir las cosas. Tengo que hacer una cirugía para ver qué hay...

Te platicaba de las prácticas profesionales en Aeroméxico. Posteriormente, realicé el servicio social en el departamento de inspección de la Dirección General de Aeronáutica Civil. Hacía trabajo de oficina. Había que dar de alta todas las matrículas de los aviones en México. Mi jefe sabía que yo hablaba inglés. Una tarde me pidió acompañarlo a una reunión de directores, con representantes de Transport Canada, de la FAA y de la Dirección General de Aeronáutica Civil. Debido al Tratado de Libre Comercio, estos representantes venían a México para inspeccionar las líneas aéreas mexicanas, Aeroméxico, Aviacsa… 

R: Mexicana...

E: Sí, Mexicana en aquel entonces... Yo era el traductor de esas reuniones. Imagínate lo que fue entrar a las grandes ligas. Estar entre directores, hombres con gran conocimiento, cuando apenas estaba terminando la carrera. Como resultado de esas experiencias, pasé de ser un estudiante de servicio social a trabajar como inspector. Esto me permitió colaborar con el equipo de la FAA, haciendo inspecciones en Aeroméxico y en Mexicana. ¡Imagínate! Fue el resultado de trabajar duro o fue suerte, lo que tú quieras.

R: Son esas oportunidades que, o se toman, o se pasan de largo.

E: ¡Exacto! Era el año 1994, si mal no recuerdo. Había devaluación. Yo veía que mis compañeros egresaban sin tener trabajo durante uno o dos años.

R: Una tremenda crisis... 

E: Me sentía temeroso porque estaba por terminar la carrera. Mis padres estaban en la Ciudad de México, pero yo sabía que iría hacia donde el trabajo me llevara.

R: Donde hubiera oportunidad.

E: Y así fue. Un amigo de mi jefe necesitaba gente para trabajar en Ciudad del Carmen. Mi jefe estaba buscando un lugar para que pudiera quedarme en la Dirección de Aeronáutica Civil, pero había que esperar los resultados de gestiones con el sindicato. Él mismo me dio la alternativa para elegir. Decidí que era momento de emprender el vuelo hacia donde mi trabajo me llevara. Y aquí me tienes, en Montreal.

R: Muy bien, interesante recorrido

E: En Ciudad del Carmen trabajé cinco años. Me involucré más con los idiomas extranjeros. Leía manuales en inglés o en francés y recibía al personal de compañías de Estados Unidos y Canadá. Esto me permitió tener la oportunidad de venir a trabajar a Montreal.

R: Ah, ¿esa fue la ruta?

E: Esa fue la ruta... Desde que estaba en la escuela tuve la intención de hacer una maestría en la Universidad Concordia, pero no me había titulado. Ese proyecto se quedó en suspensión un tiempo... Fue entonces que mi padre conoció por casualidad a una persona que trabajaba en la delegación de Quebec. Era la mamá de una amiga de mi sobrina, la conoció un día que fue por mi sobrina a la escuela primaria, platicaron un poco, mi padre le habló de su hijo ingeniero aeronáutico y ella le comentó que en esa área había un poco de oferta en Quebec, que fuera a verla. Así lo hice, me dio información valiosa sobre las oportunidades de becas y de residencia. Acudí a las oficinas de migración de la misma delegación. Cuando mencioné que mi carrera era sobre aeronáutica, me dijeron adelante.  Me quedé sorprendido e ingresé mi solicitud.

R: Seguramente la aeronáutica era prioridad en la agenda.

E: Era prioridad, efectivamente... Esto ocurrió un día que vine de Ciudad del Carmen a la Ciudad de México, llené mi solicitud y la dejé ahí, abierta. Mientras tanto seguí trabajando. De ahí se da la oportunidad de trabajar en Bell Helicopter. Platicando con un representante de ellos le digo oye, hay un problema aquí, cuando tratamos de comunicarnos con ustedes a Canadá, con esta barrera del inglés, a veces mis mecánicos están un poquito temerosos, no son pacientes y cuelgan, ¿qué pasa?. Yo conocía a las personas de publicaciones, hablaba directamente con ellos y les pedía que me pasaran la información de tal, tal y tal, y me la pasaban, pero no era lo mismo con los mecánicos que a veces no tienen tiempo o lo que tú quieras. Y entonces les propuse ¿no les interesaría a ustedes tener un mejor mercado y alguien de allá que hable español?, para que se pudieran comunicar con toda Latinoamérica, de tal suerte que con la mano en la cintura la gente pudiera levantar el teléfono y solicitar lo que le hiciera falta. Eso es soporte al cliente, le dije.

R: Y con ello resolvían la barrera del idioma

E: Exactamente, eso permitía superar la barrera del idioma. Después dicho representante me preguntó si no me gustaría irme a Canadá. Me dio los datos para solicitar empleo en Bell Helicopter. Al mismo tiempo, recibí otra oferta de trabajo para ir a la Sagarpa. Yo todavía trabajaba en Ciudad del Carmen y estaba recién casado. Había ido de comisión a la ciudad de México. A mi llegada un amigo me dice oye, te está buscando Francisco Ortega. Fuimos a saludarlo y en el encuentro, Francisco dijo tengo un trabajo para ti, habló con alguien más y le comentó que ya tenía un candidato. Me entrevistaron y querían que me presentara al día siguiente. Pedí quince días para resolver mi traslado. Cuando le comenté a mi esposa, ella respondió encantada. Nos mudamos a la Ciudad de México. Fue entonces que recibí la respuesta de Bell Helicopter. Había posibilidad de trabajar en Canadá, solo necesitaba una visa de trabajo.

Retomé la solicitud de residencia que había presentado en la delegación de Quebec en México. Ya tenía el documento con la oferta de trabajo por parte de Bell Helicopter. Eso resolvió el trámite para mí y para mi esposa. Antes de casarnos comenté con ella mis intereses para desarrollar mi futuro fuera de México. Ella siempre estuvo de acuerdo. Así es como me encuentro desde hace dieciocho inviernos aquí, en Montreal.

R: ¿Y cómo fue el tránsito a la Agencia Espacial Canadiense? Porque ese es otro gran paso.

E: ¡Exactamente! ¡Otro gran paso! Me hace recordar mi pasión de niño, jugando con astronautas, fantaseando… Tengo un recuerdo de la época en que estaba por terminar la carrera. Mi padre platicaba con un amigo de muchos años. En esa ocasión le dijo no sé si se irá a trabajar o a otro lado, pero lo que más me gustaría es que fuera a la NASA. Fueron comentarios sencillos, sin presunción. También recuerdo que pensé todo lo que me gustaría que esos deseos se hicieran realidad. Así lo dejé.

Con mi esposa, llegamos a Canadá en mayo de 2001. Por ser residentes, teníamos derecho a tomar clases de francés gratuitas en la universidad, queríamos aprovecharlas. En septiembre ocurrió el evento de las torres gemelas en Estados Unidos. Esto provocó el desplome de la industria aeronáutica en todas partes, también en Canadá. Prácticamente acababa de entrar a trabajar a Bell Helicopter cuando me dijeron que no podían aceptarme. Fue duro, pero a partir de eso regresé a la escuela. Me costó trabajo porque habían pasado más de diez años de no tocar los libros.

Había encontrado otro empleo, pero decidí que era tiempo de empezar la maestría. Ahí descubrí la Agencia Espacial Canadiense y me emocioné. Pensé que por algo pasaban las cosas.

R: ¿Dónde hiciste la maestría?

E: Aquí, en la Universidad McGill, en sistemas espaciales. Al concluir la maestría, mi profesor me animó para ingresar al doctorado. Sin embargo, yo consideraba que no estaba para eso. Tenía la idea de que, si migrabas a otro país, era para trabajar, para dar continuidad a lo que sabías hacer. Me resistí al principio, pero continué y terminé el doctorado, también en la Universidad McGill. Comencé a trabajar al tiempo que envié mis documentos a la Agencia Espacial. El registro de tu currículum solo puede hacerse vía internet. No hay ningún otro contacto. Una vez que ingresas en la base de datos, solo permaneces ahí por seis meses.

R: Se termina…

E: Sí, el perfil solo tiene vigencia de seis meses. Después de ese tiempo, la Agencia te anuncia que tu postulación va a terminar. Si quieres continuar con el proceso, debes renovar tu solicitud. Yo realicé este trámite durante dos años…

R: Postulando…

E: Postulando y postulando. No veía para cuándo habría una respuesta. En algún momento piensas que ya no hubo nada, que se acabó la esperanza. Recuerdo que, para la última renovación de la solicitud, recibí ese conocido mensaje una vez más. Un poco cansado de dar clic, me pregunté qué hacer. Me dije bueno, no va a pasar nada otra vez. Di un nuevo clic para esperar otros seis meses.

R: ¿De qué año?

E: De 2006. En noviembre de ese año me llamaron para una entrevista, que continuaba con otra entrevista y otra entrevista. Finalmente, entré a la Agencia Espacial en abril de 2007. Lo cuento como si fuera ayer… Hubo de todo... También he visto que debes prepararte todo el tiempo: ver tus fortalezas y debilidades, reconocer lo que necesitas, porque hay mucha competencia. No nada más en México. Efectivamente, siempre tendrás competencia, pero aquí hay aún más presión. ¿Por qué? Porque en Montreal hay tantas universidades y tantos estudiantes internacionales, que es verdaderamente difícil hacerte de un lugar. Es una competencia tremenda, porque estás con gente de todo el mundo… A veces no estamos acostumbrados.

R: Y no solo con gente de tu cultura…

E: Exacto. Esto me ha ayudado mucho en todo, a decir tú eres capaz.

R: Ahora platícame, José Miguel, ¿cuál es tu papel en el Capítulo Montreal de la Red Global MX?

E: Mi participación ocurre desde el inicio de este programa en 2008-2009. Fui invitado a integrarme, prácticamente desde mi entrada a la Agencia. El propósito era reunir a la diáspora mexicana dispersa por el mundo para crear negocios tecnológicos de alto impacto hacia México, negocios de alto valor agregado. Así empieza este proyecto. Después de diez años sigo aquí. Este 2018 es mi último año como presidente del Capítulo.

R: ¿Cuánto tiempo has estado en ese cargo?

E: Esto también ha sido circunstancial. Son cargos voluntarios. Yo inicié como tesorero. El presidente, que inició en 2009, dejó el capítulo por cuestiones de trabajo; con la secretaria ocurrió lo mismo. En esas condiciones, asumí la presidencia. En este puesto he manteniendo la actividad, estableciendo vínculos con otros capítulos. En Canadá, tenemos relación con Ottawa y Toronto, capítulos que fueron creados por la misma época. Hace dos años se conformó un comité ejecutivo muy sólido. Ello nos ha permitido organizar eventos mejor coordinados. Los eventos que organizamos corresponden a las áreas de negocios, cultura, responsabilidad social y ciencia, para Montreal y para México.

Como presidente del capítulo México he podido conocer a diferentes presidentes de otros capítulos y participar en estas redes. Lo más importante es que la industria aeronáutica, la industria espacial ha sido un gran punto de apoyo. Es un sector muy importante para el desarrollo de México, mismo que hemos visto crecer con la convocatoria para crear la Agencia Espacial Mexicana. Todo ha tomado impulso desde que Bombardier se instala en México.

R: En Querétaro…

E: En Querétaro. A mí me tocó ver el desarrollo de todo este progreso. Para mí es grato haber participado. Principalmente, pude establecer lazos directos con mi escuela, con el área de Ingeniería Aeronáutica en el Politécnico. A los encargados del área les comuniqué lo que se estaba desarrollando en aquel entonces para se prepararan. Hemos estado trabajando en este intercambio de conocimiento. Como representante de Cemeixcan me corresponde impulsar a todos en diferentes áreas —aquí en Montreal hay industrias creativas, con responsabilidad social. Me he dedicado a realizar este trabajo de manera especial en el área de aeronáutica, porque tengo el conocimiento de la disciplina.  Pensamos cómo transmitir y crear lazos con México.

He visto el crecimiento de la aeronáutica en Canadá y México de la mano con esta presidencia, con mi carrera y con la Agencia Espacial. He conseguido conjugar mi carrera con otras actividades convergentes. También he podido conocer cómo funciona el ambiente de estudiantes e investigadores. Esto me ha conducido a interesarme por el funcionamiento de Conacyt, conocer cómo interviene el organismo con los estudiantes que vienen con una beca para estudiar aquí, cómo se plantea la idea del retorno y qué significa el hecho de que se queden aquí…

R: Cómo pueden hacer para…

E: Exactamente, y cómo pueden retribuir. También he aprendido al respecto. Dejamos atrás la noción de fuga de cerebros. En la actualidad, nosotros mismos nos organizamos en el entorno de la red. Estamos cambiando el paradigma de fuga de cerebros hacia una idea de circulación del conocimiento. Se produce circulación del conocimiento porque, quienes hemos salido, no nos quedamos fuera. Vamos y venimos de México con un gran compromiso, un compromiso que se extiende hacia las nuevas generaciones.

Esa es otra función de mi trabajo como presidente del Capítulo México: transmitir los conocimientos de mi área específica a las nuevas generaciones. Me pregunto constantemente cómo motivar a los jóvenes, cómo abrirles puertas, cómo compartirles otra visión, con una imagen o un video. Me interesa que la gente soñadora, como he sido yo, también pueda ir más allá…

R: Y conquistar sus propios sueños…

E: Conquistar sus propios sueños, efectivamente.

R: ¿Cuáles son los principales desafíos que identificas en relación con la diáspora?

E: Uno de los principales desafíos es conseguir que esta diáspora se vuelva más fuerte e independiente, organizándonos como una confederación o como un organismo internacional. Probablemente, bajo esta figura, el Instituto de Mexicanos en el Exterior (IME) o el gobierno de México podrían convertirse en nuestros clientes para desarrollar nuevos proyectos de trabajo. Un segundo desafío sería que se nos considere en el Sistema Nacional de Investigadores

R: Sí, eso me quedó claro como uno de los acuerdos en la CEIMEXCAN.

E: Es parte de los acuerdos que se han buscado. Nos han dicho que no y se ve que no lo van hacer. Pero la pregunta continúa abierta: ¿cómo trabajar con los investigadores mexicanos, reconocidos en los países donde viven y que tienen el grado máximo de estudios y calidad en su trabajo? Es interesante que a estos investigadores no se les reconozca en México, que no se les pueda integrar… No sé qué acuerdos haya, los desconozco. Ese es un desafío para nosotros: ¿cómo podríamos integrarnos? Por ejemplo, para fortalecer ese Sistema Nacional de Investigadores con investigadores que están fuera de México y que puedan tener voz y voto. Me imagino…

R: Es importante esto que dices respecto del Sistema Nacional de Investigadores. ¿Tú crees que parte del tema tenga que ver con recursos económicos? Creo que permitiría decir que contamos con esta masa crítica en el mundo, que una parte está anclada en el país y otra está fuera, pero con la que se pueden establecer más lazos de colaboración.

E: Completamente. Las autoridades tendrían una lista que se haría más grande, una lista de profesionistas mexicanos que están actuando en otro lado del mundo…  ¡Profesionistas internacionales! El Sistema Nacional de Investigadores podría ser más representativo, no sólo a nivel nacional. Yo creo que convendría, pero es un gran desafío.

R: ¿Y ustedes lo han estado proponiendo?

E: Se ha trabajado mucho, se ha insistido mucho…

R: ¿Por parte de la red global, no solamente de la red Canadá?

E: Sí, se ha insistido mucho… Te puedo decir que Martha Mondragón, la presidenta del Capítulo Países Bajos, ha expuesto este tema personalmente. También lo ha hecho Alberto Correa y varios presidentes de otros capítulos de la Red Global MX. No diré que nos ha escuchado bien. En los foros y en cada jornada se anuncia el tema, pero ahí queda nada más.

R: ¿Y cuál ha sido la respuesta?

E: Puede ser, como tú dices, por falta de recursos, pero creo que se tendrían que buscar los mecanismos adecuados.

R: Te pregunto por el tema económico para entender cuáles son las razones que se están aduciendo. En el Sistema Nacional de Investigadores hay investigadores, por ejemplo, que provienen de instituciones privadas, se les reconoce como investigadores nacionales, forman parte del SNI. Se les reconoce por la figura de prestigio del SNI. Es muy interesante todo esto que comentas. En todo el mundo sigue discutiéndose cómo hacer para establecer redes de vinculación efectivas con la diáspora.

E: Efectivamente. Hay ejemplos que podemos seguir en la India o en Israel… en China. No hay que inventar, créeme; lo he visto en mi camino en México. Todos queremos inventar la misma rueda, pero que sea tuya, cuando más bien tendrías que seguir empujando la rueda…

R: Para que avance…

E: La tienes que seguir empujando para que avance. Si la puedes hacer más grande, adelante. Solo debes asegurarte de que el siguiente la haga más grande o, al menos, asegurarte de que la siga empujando…

R: Claro…

E: Estamos hablando de estas diásporas y de México… Estos problemas me interesan y los veo con optimismo. Siempre veo el lado positivo de las cosas, y no es fácil. Definitivamente, creo que tenemos que buscar una solución, pero no a título personal sino una solución para el país. La muestra de esto ha sido la Red Global, el Capítulo Montreal y mi compromiso con mi país, con mis connacionales, con las futuras generaciones. ¿Cómo lo estoy haciendo?, compartiendo mi conocimiento en esta área que es tan complicada, difícil.

R: Has picado…

E: Pero duro, duro, y lo sigo haciendo. Tienes que continuar preparándote todo el tiempo, y un montón, para estar en un lugar donde los cambios son, además, muy rápidos.

R: Bueno José Miguel, te agradezco enormemente esta entrevista. Ha sido un gran placer conversar contigo.

E: Gracias Rosalba.

 

[1] *Departamento de Investigaciones Educativas, Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav-IPN). Agradecemos a Mariana Hernández Galicia y Araceli Ramírez Lira la transcripción de la entrevista, a Arizbeth Soto Dávila la revisión y cuidado de la versión final.