Programas internacionales de becas para la inclusión social: entrevista a Joan Dassin.
11 ENERO, 2017 / SIN COMENTARIOS / 1292 VISTAS
(última actualización: junio 2019)
Entrevistador: David Navarrete (CIESAS)
Entrevistada: Joan Dassin. Directora del Programa de Maestría en Desarrollo Internacional Sustentable y Profesora de Educación Internacional y Desarrollo, Heller School for Social Policy and Management, Brandeis University, EUA.
Sitio de la entrevista: International House, Columbia University, Nueva York, EUA.
Fecha: 2 de octubre de 2016
Joan Dassin ha trabajado por muchos años en el campo de la cooperación internacional. Su vasta experiencia en este campo incluye el haber sido Directora Ejecutiva del Ford Foundation International Scholarships Program (IFP), un programa internacional de becas que operó de 2000 a 2013 y que apoyó a más de 4,300 mujeres y hombres de grupos sociales marginados de América Latina, África, Asia, Medio Oriente y en Rusia para realizar estudios de posgrado en algunas de las principales universidades e instituciones de educación superior del mundo. En 2011 la Dra. Dassin recibió de la Asociación de Educadores Internacionales (NAFSA) el premio “Marita Houlihan Award” por su destacada contribución en el campo de la educación internacional. Desde 2014 es Directora del Programa de Maestría en Desarrollo Internacional Sustentable, y Profesora de Educación Internacional y Desarrollo en la Heller School for Social Policy and Management de la Universidad de Brandeis University, en los Estados Unidos. Aprovechando su participación en el Seminario “Becas para el cambio social” realizado en la Universidad de Columbia (EUA, octubre 2016), charlamos con la Dra. Dassin acerca de la importancia de los programas internacionales de becas que buscan impulsar el cambio social.
DN: ¿Cuál es la función de la movilidad académica y estudiantil en el ámbito internacional?
JD: Desde hace tiempo se ha reconocido que la movilidad internacional estudiantil sirve para muchas finalidades, entre otras, aumenta la visión intercultural del estudiante, da la posibilidad de aprender más a nivel humano a partir del encuentro con otra cultura, y amplía las habilidades lingüísticas. También permite al alumno entender mejor quién es él y reconocer mejor su propia cultura a través del espejo del otro y del contacto con otra sociedad. Todos estos son valores muy importantes para el desarrollo de los individuos y las sociedades. El retorno de sucesivas generaciones de estudiantes internacionales también trae consigo beneficios para su país de origen. Entre estos beneficios están el impulso a la innovación científica y tecnológica –un factor crítico para el crecimiento económico en el actual contexto de la globalización-, y conocimientos y habilidades relevantes para el reforzamiento de las instituciones, incluyendo las universidades.
DN: ¿Qué rol juegan los programas de becas en la movilidad académica internacional?
JD: Es un rol esencial, sobre todo para abrir este tipo de oportunidades a personas que sin ayuda financiera externa no pueden salir de su país, permanecer fuera para estudiar y tomar cursos adicionales, particularmente en el nivel universitario. En general, los programas internacionales de becas juegan un papel muy relevante en la cooperación y el desarrollo internacional, al reforzar la capacidad local para solucionar los problemas que afectan a los países de origen de los estudiantes. También permite a los países una mayor participación en la economía global, que cada vez es más dependiente de trabajadores calificados, innovación científica y avances tecnológicos. Los Objetivos para el Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas hacen un llamado explícito para aumentar las becas en los países en desarrollo, especialmente en África y en los países más pobres del mundo.
DN: ¿Esto quiere decir que además de su utilidad para el desarrollo económico y la cooperación, los programas de becas pueden ser un mecanismo de impulso a la inclusión social?
JD: Así debería ser. Los programas internacionales de becas para países en desarrollo facilitan en sus becarios la adquisición de conocimientos y habilidades relevantes para la mejora de las perspectivas económicas de su país, así como para reforzar las políticas e instituciones locales. Cuando se dirigen a individuos talentosos y creativos pertenecientes a grupos sociales marginados, estos programas también pueden contribuir a vencer la desigualdad, que está estrechamente asociada con la pobreza, tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados. Sin embargo, por lo general los programas de becas atienden sólo a criterios académicos, beneficiando fundamentalmente a quienes han tenido una preparación académica previa más firme o de “excelencia”. La inclusión social a través del otorgamiento de becas tiene que ser pensada intencionalmente y desde su diseño, para evitar los obstáculos y desventajas que las personas de grupos sociales marginados enfrentan cuando compiten con quienes han tenido una mejor formación.
DN: ¿Qué debe hacerse para que la movilidad internacional estudiantil y el otorgamiento de becas para estudiar en el extranjero se abran sistemáticamente a los grupos sociales en desventaja?
JD: Hay que impedir que el privilegio se amplíe y las desventajas también. Es necesario diseñar intervenciones orientadas a romper con el patrón prevaleciente, que favorece las ventajas de pertenecer a una familia de mejor posición social y económica, y con ello de haber tenido mejores oportunidades de formación académica. Los grupos menos favorecidos van a quedarse fuera permanentemente, a no ser que se realicen intervenciones muy específicas para nivelar el campo de oportunidades. Una estrategia es otorgar becas específicamente a estudiantes de zonas rurales, mujeres, y minorías étnicas, raciales y religiosas, en países donde estos grupos están subrepresentados en la educación superior. Estos programas podrán entonces identificar a los miembros más talentosos de estos grupos, quienes no tendrán que enfrentar una competencia desigual con candidatos de mejores perfiles educativos y socioeconómicos. Si bien esta estrategia puede ser políticamente delicada para los gobiernos, los donantes privados tienen mayor libertad para designar a su población objetivo.
DN: ¿Cómo se deben pensar los programas de becas orientados a revertir esta situación?
JD: En primer lugar, hay que pensar en términos sociales y no simplemente en términos de méritos ponderados a través de las calificaciones numéricas y promedios de aprovechamiento, los cuales presuponen una serie de ventajas escolares y socioeconómicas previas, incluyendo, por ejemplo, haber tenido la oportunidad de estudiar una o más lenguas extranjeras. Para realmente revertir esta situación es necesario un diseño muy intencional a fin de que la competencia por una beca sea entre pares y no entre individuos o grupos con evidentes disparidades. Pensemos, por ejemplo, en los candidatos para una beca internacional que crecieron en centros urbanos, que estudiaron en escuelas privadas, que han estudiado una lengua extranjera, y que tienen experiencia de haber viajado al extranjero. Todos estos elementos se conjugan para montar una postulación bastante fuerte y competitiva. En cambio, pensemos en las candidaturas de personas de zonas rurales educadas en escuelas con grandes deficiencias, que no han tenido ninguna experiencia internacional, y con un bajo acceso a la información, incluyendo sobre los programas de becas existentes en su país. La posibilidad de obtener una beca es muy distinta para unos y otros.
DN: Dadas las fuertes desventajas y deficiencias formativas de los estudiantes de grupos marginados ¿Tienen las habilidades necesarias para ingresar y graduarse con éxito de programas educativos de alto nivel?
JD: Evidentemente, aunque puede darse el caso que una persona sin la preparación adecuada no tenga éxito en un programa de alta calidad. Por ello, hay que pensar muy bien cuáles son los puntos a atender para nivelar las condiciones para que este tipo de estudiantes pueda entrar y competir en condiciones de igualdad. Compensar las deficiencias acumuladas de una trayectoria escolar deficiente es muy difícil, pero hay que darse cuenta que hay personas con mucho talento. El talento existe en todas las personas, solo que está selectivamente desarrollado. Tenemos muchos casos de gente que ha conseguido logros fenomenales, que son autodidactas y que han superado las difíciles condiciones de las que proceden. Los programas de becas deben buscar personas con trayectorias de superación de este tipo de obstáculos para tener una mayor posibilidad de que concluyan con éxito en sus estudios.
DN: ¿Existe demanda de apoyos para realizar estudios superiores entre este tipo de estudiantes?
JD: Yo diría que la demanda no es problema, sino la oferta. La demanda existe en todas partes porque hay talento en todas partes, y hay gente comprometida no solamente con su propio desarrollo profesional, sino también con el avance de su país y de su pueblo.
Creo firmemente que existen numerosísimas personas con el deseo de beneficiarse de una educación de calidad, pero muchas no pueden hacerlo por dificultades sociales, familiares y de diversa índole. He visto y conocido el gran esfuerzo de personas que superaron esos obstáculos para tener posibilidad de recibir una educación de alto nivel. Muchos becarios del programa de becas de la Fundación Ford que dirigí, particularmente mujeres, procedían de familias con muy bajos niveles de escolaridad. Decían, “bueno mis papás no pudieron estudiar, pero yo sí”, y se propusieron hacerlo justamente por esa razón. “Es mi propia historia, mi papá no pudo cursar la universidad porque tenía que salir para ganarse la vida para él y su familia”. Para muchos padres también es importantísimo que la siguiente generación tenga esa oportunidad.
DN: Durante 13 años -de 2001 a 2013- estuviste al frente de un programa de becas de posgrado (el Ford Foundation International Fellowships Program, conocido como el IFP) dirigido a individuos de grupos marginados en 21 países de América Latina, África y Asia, y en Rusia ¿Qué resultados hubo respecto de la demanda por este tipo de apoyos?
JD: Recibimos casi cien mil postulaciones para poco más de cuatro mil becas, sin contar las numerosas solicitudes que fueron rechazadas por no estar debidamente completadas. En escala global tuvimos aproximadamente 25 solicitudes por cada beca otorgada. Millares de personas manifestaron su interés por obtener apoyo del IFP para realizar estudios de posgrado. Actualmente el tipo de apoyo más solicitado a las fundaciones privadas son becas individuales. La gente siempre está buscando oportunidades. Por otro lado, hay que tener presente que el otorgamiento de becas es sólo una parte de la solución de un problema social y educativo más amplio y complejo. Aunque en principio la educación promueve la movilidad social, en muchos países -incluyendo los Estados Unidos- no es siempre el caso. La calidad de la educación formal puede ser buena o mala. Una educación mala no va a tener el resultado esperado, aunque sea una maestría o hasta un doctorado. Conocemos mucha gente desempleada con posgrado. El título por sí solo no es garantía de nada. Aún el prestigio de un grado avanzado otorgado por una universidad prestigiosa puede no ser suficiente para vencer la discriminación y la marginación.
DN: Resumiendo lo que nos has dicho hasta este punto: existe una fuerte demanda de oportunidades y una alta capacidad para el estudio entre los grupos sociales que han sido excluidos del acceso a la educación superior de calidad y que, además, han tenido una participación mínima en los beneficios de la movilidad estudiantil internacional. El problema, nos dices, radica principalmente en la reducida oferta de apoyos. En este escenario, ¿Qué peso tienen en el conjunto de los programas de becas internacionales aquellos que promueven la inclusión social?
JD: Por la investigación que hemos hecho en varios proyectos, sabemos que esta oferta no es adecuada para satisfacer la demanda creciente, pese al surgimiento en años recientes de grandes programas internacionales financiados con fondos públicos, por ejemplo en China, Arabia Saudita y Brasil. Pese al vigor que pueden alcanzar en determinado momento estos programas, la reciente y abrupta suspensión de un programa tan relevante como “Ciencias sin Fronteras” de Brasil muestra que son vulnerables a las presiones económicas y políticas. Además, los mayores programas de becas financiados por los gobiernos nacionales normalmente no tienen como objetivo principal la equidad. Para los gobiernos, la lógica, el raciocinio, el pensamiento dominante es la formación de capital humano que contribuya para que el país ingrese en la comunidad mundial y a que sea competitivo. Es una lógica de globalización donde se acepta que va a haber ganadores y perdedores. El propósito de utilizar los programas de becas para disminuir la desigualdad social no es común, porque también involucra el problema de acceso a la educación. En general, para acceder a la educación superior de calidad es necesario tener una buena preparación a lo largo de la trayectoria escolar previa. La educación pública en la mayoría de los países es muy segmentada y desigual. Reflexionando sobre la desigualdad en las sociedades: es buena para los grupos privilegiados y muy mala o pésima para los demás.
DN: ¿Qué hay que hacer para que aumenten los programas de becas socialmente incluyentes y de impulso a la equidad, tanto a nivel internacional como nacional?
JD: Podemos atacar el problema desde varios ángulos y en varios frentes al mismo tiempo, como estamos haciendo con el libro colectivo en el que estoy trabajando en este momento con colegas de varios países, y que llevará por título “International Scholarships in Higher Education: Pathways for Social Change”. Hay que mostrar a través de la investigación y de la evaluación de los resultados de este tipo de programas que sí existe la demanda, que becarios de origen socioeconómico bajo pueden tener éxito en programas internacionales de altísima calidad. Hay que mostrar empíricamente que no es una situación hipotética, no es un sueño, sino una realidad. Tenemos registro de muchos ejemplos que muestran que es posible superar grandes obstáculos sociales a través de este tipo de oportunidades educativas. Reitero, el primer aspecto a atender es la investigación evaluativa y demostrar empíricamente que estamos hablando de una realidad, no de un sueño. En segundo lugar, hay que trabajar a través de la gestión política: tenemos que avanzar este argumento sobre la importancia de inclusión social con los gobiernos, con las organizaciones multilaterales, con las fundaciones privadas, con los individuos ricos que quieren invertir en programas sociales de alto impacto. Tenemos que llegar y convencer a quienes toman decisiones. Por ejemplo, Steve Schwarzman, uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos, que recientemente estableció un programa de becas llamado ‘Schwarzman Scholars’, financiado por él y algunos amigos con inversiones de cientos de millones de dólares de su propio dinero. Se trata de un programa para que gente de diversos países del mundo estudie un año en China. Lo conozco porque he sido revisora de las postulaciones. Que yo sepa, este programa no tiene una preocupación explícita con la equidad. Se habla de formar líderes, sin mostrar una preocupación especial por gente en desventaja ni por atender las desigualdades de oportunidad que les afectan. Una inversión tan pesada pudiera haber tenido un impacto social aún más fuerte con criterios explícitos de inclusión social. En resumen, hay que atender las cuestiones de investigación, evaluación y de la política para mostrar los beneficios de este abordaje, y aproximarse a los que toman las decisiones. Pienso en una cuestión adicional para que este tipo de programas basados en criterios de equidad pueda avanzar: la propia práctica, demostrar que hay diseños que son efectivos para llevar los apoyos a donde son necesarios.
DN: Hablemos de México y de América Latina, espacios que conoces y donde has trabajado por muchos años. Los programas de becas de los que venimos hablando requieren financiamiento, capacidad institucional instalada para operarlos, y decisión política para echarlos a andar y dotarlos de los recursos necesarios. En México y otros países de América Latina existe tal capacidad institucional. Sin embargo, se está entrando en una etapa de fuerte contracción de la inversión pública que está afectando la educación superior y, por supuesto, los programas de becas para estudiar en el extranjero. Estamos ante un panorama que, si no se hacen las correcciones necesarias, tendrá consecuencias negativas y de largo plazo en los beneficios sociales que trae consigo la movilidad estudiantil internacional ¿Qué se puede hacer en esta coyuntura desfavorable?
JD: Tu descripción de los problemas es muy adecuada, sería ingenuo pensar que se puede revertir esta situación de una forma fácil. No hay solución sencilla ni para la educación superior ni para las becas internacionales, como tampoco la hay para la salud ni para la protección social, ni para ninguna demanda social, porque es justamente el cuadro social el que está siendo sacrificado en el actual escenario político-económico global. Reconociendo la gran complejidad y gravedad de los tiempos que vivimos a este respecto, y por lo tanto la dificultad de encontrar soluciones, una esperanza para nosotros es que este tipo de programas de becas tiene una larguísima historia y han sorteado con éxito periodos críticos. Por ejemplo, en la sesión de trabajo que tuvimos hoy escuchamos que el programa Commonwealth Scholarships del Reino Unido ha sobrevivido a los fuertes virajes de los gobiernos de derecha y de la izquierda desde el comienzo de los sesenta hasta nuestros días. Debemos continuar con las actividades que estamos realizando en la investigación y en la evaluación, y de incidencia en la política y sobre la toma de decisiones. También debemos tener confianza en que la utilidad y el valor de este tipo de programas y comunicar sus resultados. Para bien o para mal, estoy convencida que no son acciones que vayan a desaparecer del escenario latinoamericano y mundial, muy al contrario.
DN: ¿Qué papel deben jugar en las tareas que nos comentas los estudiosos de estos asuntos y problemas, y quienes han financiado, diseñado y operado los programas internacionales de becas?
JD: Yo destacaría a un tercer actor: los propios ex becarios. Ellos pueden tener más presencia e incidencia en las decisiones futuras sobre los programas de becas. Justamente por haber obtenido la calificación y títulos necesarios, serán quienes muestren con claridad el valor de este tipo de inversión. Creo que al final no serán las personas de fuera las que jueguen el papel principal. Los investigadores, los patrocinadores y los donantes tienen una participación fundamental en el estudio, la defensa y promoción de estas acciones, pero es mayor el de la propia persona beneficiada, “hablando” a través de sus acciones: el líder indígena en Oaxaca que forma una nueva organización para defender los derechos humanos y los de los pequeños agricultores; o el académico indígena que hace una investigación sobre la auténtica cultura de su lugar. Este tipo de acciones y contribuciones hablan por sí solas. Dar a conocer los frutos de este tipo de inversión es la mejor manera de crear un consenso sobre su importancia, a pesar de que los recursos sean limitados. Los propios beneficiarios, que han crecido tanto personal como profesionalmente a través de este tipo de oportunidades, van a ser los embajadores más poderosos para hacer el caso y defender la idea que vale la pena este tipo de inversión, entre otras razones, por su gran potencial de transformación social.
DN: Por último, ¿Qué hay de las instituciones y programas receptores de estos estudiantes internacionales pertenecientes a grupos en desventaja? Siendo directora del IFP, trabajaste y conociste personalmente muchas universidades del mundo, y con varias de ellas mantienes contacto, ¿Se sensibilizaron sobre la importancia de contar con esa clase de estudiantes? ¿Participaron o participan en la promoción de este tipo de programas?
JD: Es muy importante que la propia universidad, la institución receptora, participe en estas labores. Sin embargo, dado que hoy en día también muchas de las universidades están en crisis financiera, concentran sus esfuerzos en atraer estudiantes internacionales que puedan pagar sus altas colegiaturas, no importa si son de Arabia Saudita, si son chinos, o de otro país, lo que importa es lo que van a pagar. Con ello, se desperdicia una gran oportunidad, porque como muestran investigaciones sobre el propio IFP, el beneficio de incorporar estudiantes como los becados por este programa –en total, más de cuatro mil- no es sólo para las instituciones receptoras sino también para sus estudiantes tradicionales. Ejemplo de esto se produjo en la Universidad de Hawaii, cuyos estudiantes americanos no habían tenido contacto con colegas de Indonesia y Vietnam, particularmente representantes de los grupos menos favorecidos. Estos fueron los países de origen de un buen número de becarios del IFP que estudiaron ahí su posgrado. La internacionalización trabaja en los dos sentidos, tiene un impacto sobre los estudiantes domésticos y también sobre los procedentes de otros países. Este es otro fruto muy importante. La presencia de estudiantes internacionales pertenecientes a grupos marginados, puede a su vez reforzar la importancia de políticas de inclusión social dirigidas a los estudiantes originarios del propio país receptor. Esto puede traer grandes beneficios para las universidades receptoras en muchos países del mundo.
DN: Muchas gracias Joan.
Texto disponible en PDF: Entrevista-DavidNavarrete-JDassin